El tango y el carnaval siempre han ido juntos de la mano. Los bailes para el tiempo de carnaval han sido animados por las grandes orquestas de tango.
Hay muchos libros y trabajos de investigación que han buceado sobre los antiguos carnavales en los teatros y en los clubes, con grandes orquestas de tango.
-Con los grandes bailes de Carnaval, que en 1921 organizaron los empresarios Mario Lombart – en la «Ópera»- y José Gerino -en el «San Martín»-, se iniciaba otro tradicional acontecimiento artístico, en el que correspondía también al tango participación preponderante. En aquella oportunidad, Francisco Canaro en la «Ópera» y Julio De Caro en el «San Martín», presentaron orquestas de más de cuarenta ejecutantes, con nutridas filas de bandoneones y violines.
Y en lo sucesivo, los bailes de Carnaval de los teatros se convirtieron en las fiestas anuales del tango. Reservaban los autores para tales ocasiones el estreno de sus mejores obras, que alcanzarían luego enorme difusión popular.
Magníficos espectáculos de luz, color y alegría ofrecían las salas teatrales de la «Ópera», «Coliseo», «San Martín», «Politeama», «Casino», «Victoria», «Broadway», «Astral», «Smart», «Pueyrredón» de Flores, con las orquestas de Canaro, Firpo, De Caro, Lomuto, Berto, Fresedo, Maffia, Brignolo, Donato-Zerrillo, reuniendo en formaciones excepcionalmente numerosas a los ejecutantes más destacados del tango. Incluso en el «Teatro Colón» -a partir de 1931- se realizaron durante varios años consecutivos bailes de Carnaval actuando sucesivamente las orquestas dirigidas por Arturo De Bassi, Enrique Santos Discépolo y Julio De Caro.
La aparición de los amplificadores de sonido determinó el cambio de estructura de las orquestas para los bailes de carnaval. El volumen mecánico de los equipos amplificadores permitía la prescindencia de las costosas formaciones instrumentales, lográndose con muy pocos ejecutantes despliegues orquestales. y con ello, desaparecía uno de los grandes atractivos del carnaval porteño cuando se esperaba con verdadero interés el estreno de los tangos y las actuaciones de las distintas orquestas, anunciadas con larga anticipación.
Paulatinamente fueron perdiendo vigencia aquellas tradicionales fiestas anuales, pero mucha gente las sigue recordando junto a los juegos con serpentinas, con papel picado y los pomos con perfume. O recuerdan los populosos corsos que atravesaban las principales avenidas de la ciudad de Buenos Aires, siendo el más famoso el corso de la avenida de Mayo junto a los grandes bailes de carnaval, los más esperados por los jóvenes en River, Huracán o Racing, donde actuaban las orquestas de Juan D´arienzo, Aníbal Troilo o Carlos Di Sarli.
En tiempos en que el carnaval porteño era una verdadera fiesta, y sus multitudinarios bailes eran una cita obligada de toda la familia, el tango reflejó el sentir popular. Se compusieron más de 50 títulos que hicieron referencia a las alegrías, encuentros y desencantos que se vivían durante los festejos del Rey Momo. Los corsos en la calle —animados por las murgas— y los clubes barriales con sus orquestas típicas diseñaban el espacio en el que, durante «cuatro días locos», muchos se colocaban diferentes caretas para salir al ruedo de la «risa loca» y de la conquista pasajera.
Junto a los juegos de agua, los «concursos de mascaritas» infantiles y los certámenes para la elección de la Reina del Carnaval, que fueron famosos especialmente en la década del 30, el tango sonaba en todo su esplendor. Los compositores preparaban sus letras y partituras y los músicos las ensayaban durante largas jornadas para que los cantantes las interpretaran en vivo.
Los bailes de carnaval fueron la base de lanzamiento del tango y también de su definitiva consagración. Vicente Greco, el creador de la orquesta típica criolla, se presentó en los carnavales de 1914 y 1915 en el teatro Nacional del Norte. Francisco Canaro y su orquesta siguieron esta línea en el teatro Opera, sobre calle Corrientes y más tarde en el Luna Park.
El mítico Pabellón de las Rosas —que se había inaugurado con la orquesta de Greco, a la que siguió la de Roberto Firpo— cerró su actividad bailable al finalizar el carnaval de 1929. Aquellos primeros carnavales tangueros se recuerdan en el tema «Carnaval de antaño», de Sebastián Piana y letra de Manuel Romero: «¿Te acordás del carnaval/ de 1912,/ que tallaba en el Pigall/ la patota de los Posse?/ ¿Te acordás de aquel festín/ en aquel peringundín,/ allá por Rodríguez Peña,/ que acabó con botiquín?/ ¿Y la biaba que cobró/ aquel pobre cocoliche/ que tocaba el acordeón/ en la puerta de un boliche?/ ¡Qué lindo tiempo aquel!/ ¡Qué lindo carnaval!/ Las cosas terminaban en la puerta ‘el hospital».
La murga —a la que el violinista y compositor Peregrino Paulos le dedicó un tango— era una verdadera institución barrial. Este género músico-teatral, distintivo del Río de la Plata, con sus canciones satíricas —con contenido social y hasta político— invitaba a la participación del público con el retumbar de sus bombos y platillos. Entre las más famosas estaban: Los Criticones de Villa Urquiza, Los Averiados de Palermo, Los Pegotes de Florida, Los Curdeles de Saavedra y Los Eléctricos de Villa Devoto. A todas ellas les cantó Luis Rubistein: «La murga de purretes,/ esafinando un tango,/ machuca los oídos con destemplada voz…/ Gorriones de mi barrio que vuelcan en el fango,/ puñados de alegría que les regala Dios» (Carnaval de mi barrio).
Homero Manzi recordaba que en su adolescencia, cuando vivía en el barrio de Boedo y concurría al colegio Luppi —ubicado en Pompeya— sus hermanas Dora y Esther le hicieron el típico traje a rayas de los presos para que lo luciera en la murga «los Presidiarios». Sus compañeros y vecinos ya lo consideraban un poeta. Es que entre sus primeros versos estaban la coplas humorísticas escritas para la murga: «A nuestro director/ le duele la cabeza/ y quieren que lo conviden/ con un vaso de cerveza.»
Pero no sólo había diversión callejera. Homero tenía catorce años cuando creó junto a sus compañeros un club denominado «Billiken» donde ensayaban obras de teatro bajo la dirección de Alberto Vaccarezza. Los bailes de carnaval eran un verdadero desafío para el prestigio club; en uno de ellos estrenó su vals «¿Por qué no me besas?», la primera letra que escribió Homero y que estaba dedicada especialmente al «sector femenino de Billiken». Este tema, con música de Francisco Caso fue grabado por Ignacio Corsini en 1928.
Manzi ya era un poeta consagrado cuando, en 1941, le puso letra a la milonga de Sebastián Piana «Carnavalera» —grabada por Héctor Mauré con la orquesta de Juán D’Arienzo—, que muy pocos recuerdan. La murga de la infancia vuelve a estar presente: Se acerca la comparsa, ya vino el Carnaval…/ Los negros van bailando, bailando sin cesar…/ Al ruido de mi tambor, Carnaval, carnavalera,/ la busca mi corazón./ Un pardo se la llevó, Carnaval, carnavalera,/ con traje de dominó.(…) En un Carnaval me quiso y en otro me abandonó,/ pero yo no sufro tanto mientras canto esta canción.»
Como todas las fiestas tradicionales, la celebración porteña del carnaval viene desde lejos. Se lo consideró como feriado nacional desde 1956 hasta el año 1976 en que fue eliminado, y volvió a figurar en el calendario, luciendo su color rojo, en el año 2011. Sin embargo no volvieron a tener el fervor popular de antaño ni la rutilante presencia tanguera que supo caracterizarlos.
Como en años anteriores la Comisión de Carnaval —dependiente del Ministerio de Cultura del gobierno porteño— ha fragmentado al máximo la convocatoria popular en pequeños «corsitos» barriales, donde desfilan unas 100 «murgitas» sin más pretensión que mostrar sus buenas intenciones. Nadie se ocupó en adornar e iluminar las calles destinadas al festejo y sólo se siente el clima de carnaval cuando los transeúntes se dan cuenta del cambio de recorrido del transporte público. Son muchos los que sienten nostalgias por aquellos antiguos carnavales y, si pueden, viajan a Salta, Corrientes o Entre Ríos a divertirse mirando como desfilan las comparsas.
Los versos del tango «Después de Carnaval», escritos por José Amuchástegui Keen, sirven para finalizar con esta serie de recuerdos: «Se fueron las horas/ de algarabía/ que Momo brindara/ con alegría…/ Callaron las risas/ de Colombina…/ Pierrot agoniza/ entre serpentinas. Murió carnaval y su cortejo/ de alegre y loca bullanguería…./ Cornetas y gritos se escuchan lejos,/ vibrando las almas, al recordar…»