Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959), exponente de la poesía realista española y autor de referencia para la nueva generación de poetas, ganó el Premio Ciudad de Melilla por Un lugar difícil (Visor).
¿Qué libro le hizo querer ser poeta? Puede que Palabra sobre palabra, de Ángel González.
¿Qué poema ajeno le habría gustado escribir? No volveré a ser joven, de Jaime Gil de Biedma.
¿Qué le enseña a un poeta tener un bar? Que la vida es dura, como al resto. Y que no hay que esperar mucho de la esperanza, siempre se va con los mismos, a última hora.
¿Y tener lectores? A mí nada, porque yo ya lo sabía, pero a algunos supongo que les enseñará que la poesía también puede leerse.
¿A qué atribuye el boom de público que vive la poesía? Primero a que, con muy buen criterio, desde hace ya un tiempo, algunos profesores de instituto decidieron incluir en sus planes de estudio a poetas de ahora mismo, que conectan con el lector de hoy. Después de eso se dio la incorporación de todo un público joven que antes estaba más atento a la música. Es un lector nuevo y que compra libros.
Recomiende un libro escrito por alguno de los nuevos nombres surgidos en estos años. La chica de amarillo, de Juan Domingo Aguilar, por ejemplo.
De no ser escritor, le habría gustado ser… Nada.
Si tuviese que usar una canción como autorretrato, ¿cuál sería? El solitario, de Nubes Grises.
¿Qué encargo no aceptaría jamás? Escribir tres folios sobre La tierra baldía.
¿Qué está socialmente sobrevalorado? Ser guapo, y lo digo yo.
¿A quién le daría el próximo Premio Cervantes? A Manuel Durán.
Poemas de Karmelo C. Iribarren
TRAGICÓMICO
Es lo que tiene,
el amor:
empiezas siendo
el galán
protagonista
de una maravillosa
comedia,
y acabas
convirtiéndote
en un actor
sobrio,
serio,
de carácter,
solo que de tu
propia tragedia.
LO DIFÍCIL
Enamorarse es fácil.
Uno puede enamorarse
-sin demasiado esfuerzo-
varias veces al día,
a nada
que se lo proponga
y se mueva un poco por ahí;
y si es verano,
mi te cuento.
Enamorarse no tiene
mayor mérito.
Lo realmente difícil
-no conozco
ningún caso-
es salir entero
de una historia de amor.
ESO ERA AMOR
Te veía
llegar,
cruzar la puerta,
darme un besazo en el morro,
mirarme a los ojos
de esa manera única,
como solo tú miras
a los ojos: rompiendo el calendario.
Te veía
hacer esas cosas sencillas
que tú haces
para que el mundo
entre en razón;
y no sabía
a quién
darle las gracias.
AL LÍMITE
Tienes veinte años,
tienes a la vida
por el cuello
a tu merced;
pero no es suficiente,
quieres más.
Conozco
esa sensación.
Y te deseo mucha suerte,
la vas a necesitar.
*Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) fue plomero -fontanero dicen los españoles-, vendedor de enciclopedias y camarero en una residencia de ancianos. Pero sobre todo fue el tabernero sombrío del Akerbeltz, según se mira al fondo de la Parte Vieja de Donosti, un antro inolvidable de cuando entonces, tiempos duros, sexo, droga, terrorismo de ETA y rock and roll (“yo no era un barero simpático, no tenía ganas de hablar con la gente”).
Allí, tras la barra, en los tiempos muertos, Iribarren escribía. Eran los versos libres paridos por un verso libre de la noche. Se hizo alcohólico, lo cual ya pasó, y un enorme poeta, lo cual sin duda permanece.
“Hay mucho pesimismo en mi poesía pero también celebración, hay mucho humor y mucha ironía. Yo no tuve una infancia maravillosa. Lo lógico es tenerla. No fue mi caso. Y eso a mí me marcó, igual viene de ahí esa mirada que le echo yo al mundo. Pero al mismo tiempo yo soy un poeta que no deja de hablar de la vida: aquí estoy, sigo andando, aunque no vaya riéndome”.
«Toda mi poesía está siempre a un paso de despeñarse hacia la anécdota. Me gusta asumir riesgos». –Karmelo C. Iribarren