Inicio » Cultura & más » Jacobo Regen: «Canción del Angel» y otros poemas

Jacobo Regen: «Canción del Angel» y otros poemas

Umbroso mundo

 

Hay jardines que no tienen ya países

Georges Schehadé

 

Umbroso mundo,

seguiremos siempre

poblando de fantasmas verdaderos

tus países ausentes.

Así, lejos de todo,

crecerá en el olvido un árbol verde

a cuya sombra vamos a dormirnos

hasta que alguna vez el sueño nos despierte.

 

 

Tatuajes

 

a Marcelo Sutti

 

Yo creo en las palabras

que son carne y espíritu:

tatuajes repujados

a punta de cuchillo.

 

 

Hoguera

 

El aire va leyendo

con sus ojos de ausencia

las páginas de un libro

que consume la hoguera.

 

El humo cadencioso

se despide, se aleja…

Lo saludan cenizas

y mariposas muertas.

 

 

Manco

 

a Holver Martínez Borelli

 

El manco lleva el aire de su mano

como una piedra en el bolsillo.

 

 

 Proposición

 

¿Conoces tú mi paradero?

Si sabes algo, dímelo.

Y cuéntame de aquel muchacho candoroso.

Si alguna vez llegas a verlo

no le ocultes que te has casado,

que tienes varios hijos.

Y nunca te enternezcan

su terquedad, sus ruegos.

Adóptalo como criado.

¡Sería tan hermoso para él!

Cuidaría el jardín de tu casa,

lavaría los pañales de tus pequeños,

saludaría humildemente a tu marido.

¡Es tan bueno!

Pero que tu indulgencia

no vaya nunca más allá.

 

 

Corrector

 

Yo soy, no más, un corrector de pruebas.

No dije nunca nada de mí mismo

porque desconocía los acentos

que caen en mis vértebras profundas.

 

 

Vejez

 

Vino a cobrarlo todo:

las trampas del amor, sus ademanes,

y estos turbios espejos

que se avergüenzan de mirar a nadie.

 

 

Elegías

 

   III

 

Envuelta en una música doliente

llegas a mí, de lejos, madre mía.

Y aunque no cantes tú, la melodía

vibra en mi corazón, llora en mi frente.

 

Pueblas mi sangre silenciosamente

y, al prolongarte en mí, soy tu agonía:

raído azogue, remembranza fría

de tanto amor y tanta luz ausente.

 

Madre, mi soledad a ti se aferra.

Nada me habita como tu recuerdo

por la infinita sombra iluminado.

 

Protégeme en las lindes de la tierra

donde sin causa ni razón me pierdo,

donde ya ni conmigo me he quedado.

 

 

Anécdotas

 

¿Dónde se ahogaron nuestras noches

de sueños para siempre irredimibles?

Sólo quedan anécdotas:

pugilatos de torva levadura

y el vino con que ayer amanecía

la confidencia del amor

al fondo

de un bar decapitado.

 

De Canción del ángel

1

Serenamente, digo: «Soy un ángel»

Serenamente, digo: «Soy un ángel».
Y me debes creer.
Ningún platillo de la balanza sube,
o baja,
bajo mi peso.

Incorpóreo,
ligero,
desnudo,
como la luz…
Y sin embargo, toda
mi trayectoria es una sombra,
mi corazón es una sombra,
una moneda oscura,
destruida
por el tiempo, sin tiempo y sin memoria.

 

Poesía

Sin decirlo a nadie
seguiré despidiéndome.
Borrados los caminos,
sólo a la infancia
que me sobrevive
regreso alguna vez.
Y me quedo
de espaldas en la hierba
contemplando las luces absortas
que cantan para mí.
(El lamparón de Venus
pulido por el aire,
la Cruz del Sur caída en mi costado.)
Pero eso fue.
Ya ciego,
porque no quise ver,
soy tu mendigo.

  

   4

 

Un pajarillo humilde,

una brizna de hierba,

que alguna vez te quiso

y hoy tan sólo recuerda…

 

Para su sueño breve

tu infinita pradera

fue demasiada muerte,

demasiada tristeza.

 

 7

 

a Carlos Hugo Aparicio

 

¿En qué cabeza reclinar el pecho?

¿Con qué latido acompasar este latido solo?

¡Ah, desterrar tanta tiniebla,

y levantar, y levantar los ojos

sin miedo de morir en una estrella;

y alzar la voz a dúo, a trío, a coro,

en la alborada del amor, que siempre

soñé y que siempre me ocultó su rostro!

 

 

 

11

 

La imperiosa pregunta

de los bondadosos padres:

-¿Qué harás con todo ello?

¿Podrás comer, vestir, casar, vivir?

 

Y el hijo tiene la respuesta del humo

desvanecido en el aire,

de las ciudades íntimas del sueño,

de la bruma que envuelve los puertos

y de la infancia inmortal.

 

Mas no responde.

Cuando el silencio lo humilla,

baja la cabeza.

Y ellos lo miran con profunda

lástima de sí mismos.

 

 

 Palabras

 

Sólo te pido que recuerdes

la luz de aquel amanecer

que hemos amado tanto.

He derrochado contigo

tantas palabras que creíste ciertas,

que palpitaban,

que vivían.

Y amé en ti mis palabras.

Cuando dejé de amarlas te perdí.

 

 

Obediencia

 

Si alguna vez amó

no fue de paso.

Obediente al recuerdo

cerró todas las puertas

de su sangre.

Jacobo Regen en su casa de calle Bartolomé Mitre, junto al poeta Javier Ricardo López

(Jacobo Regen nació en Salta en 1935. Sus obras publicadas son “Seis poemas”, de 1962; “Canción del ángel”, de 1964; “Umbroso mundo”, primera edición en 1971; “Canción del ángel y otros poemas”, 1971; “El vendedor de tierra”, de 1981, “Poemas reunidos”, de 1992; “Antología Poética”, de 1996)