Umbroso mundo
Hay jardines que no tienen ya países
Georges Schehadé
Umbroso mundo,
seguiremos siempre
poblando de fantasmas verdaderos
tus países ausentes.
Así, lejos de todo,
crecerá en el olvido un árbol verde
a cuya sombra vamos a dormirnos
hasta que alguna vez el sueño nos despierte.
Tatuajes
a Marcelo Sutti
Yo creo en las palabras
que son carne y espíritu:
tatuajes repujados
a punta de cuchillo.
Hoguera
El aire va leyendo
con sus ojos de ausencia
las páginas de un libro
que consume la hoguera.
El humo cadencioso
se despide, se aleja…
Lo saludan cenizas
y mariposas muertas.
Manco
a Holver Martínez Borelli
El manco lleva el aire de su mano
como una piedra en el bolsillo.
Proposición
¿Conoces tú mi paradero?
Si sabes algo, dímelo.
Y cuéntame de aquel muchacho candoroso.
Si alguna vez llegas a verlo
no le ocultes que te has casado,
que tienes varios hijos.
Y nunca te enternezcan
su terquedad, sus ruegos.
Adóptalo como criado.
¡Sería tan hermoso para él!
Cuidaría el jardín de tu casa,
lavaría los pañales de tus pequeños,
saludaría humildemente a tu marido.
¡Es tan bueno!
Pero que tu indulgencia
no vaya nunca más allá.
Corrector
Yo soy, no más, un corrector de pruebas.
No dije nunca nada de mí mismo
porque desconocía los acentos
que caen en mis vértebras profundas.
Vejez
Vino a cobrarlo todo:
las trampas del amor, sus ademanes,
y estos turbios espejos
que se avergüenzan de mirar a nadie.
Elegías
III
Envuelta en una música doliente
llegas a mí, de lejos, madre mía.
Y aunque no cantes tú, la melodía
vibra en mi corazón, llora en mi frente.
Pueblas mi sangre silenciosamente
y, al prolongarte en mí, soy tu agonía:
raído azogue, remembranza fría
de tanto amor y tanta luz ausente.
Madre, mi soledad a ti se aferra.
Nada me habita como tu recuerdo
por la infinita sombra iluminado.
Protégeme en las lindes de la tierra
donde sin causa ni razón me pierdo,
donde ya ni conmigo me he quedado.
Anécdotas
¿Dónde se ahogaron nuestras noches
de sueños para siempre irredimibles?
Sólo quedan anécdotas:
pugilatos de torva levadura
y el vino con que ayer amanecía
la confidencia del amor
al fondo
de un bar decapitado.
De Canción del ángel
1
Serenamente, digo: «Soy un ángel»
Serenamente, digo: «Soy un ángel».
Y me debes creer.
Ningún platillo de la balanza sube,
o baja,
bajo mi peso.
Incorpóreo,
ligero,
desnudo,
como la luz…
Y sin embargo, toda
mi trayectoria es una sombra,
mi corazón es una sombra,
una moneda oscura,
destruida
por el tiempo, sin tiempo y sin memoria.
Poesía
Sin decirlo a nadie
seguiré despidiéndome.
Borrados los caminos,
sólo a la infancia
que me sobrevive
regreso alguna vez.
Y me quedo
de espaldas en la hierba
contemplando las luces absortas
que cantan para mí.
(El lamparón de Venus
pulido por el aire,
la Cruz del Sur caída en mi costado.)
Pero eso fue.
Ya ciego,
porque no quise ver,
soy tu mendigo.
4
Un pajarillo humilde,
una brizna de hierba,
que alguna vez te quiso
y hoy tan sólo recuerda…
Para su sueño breve
tu infinita pradera
fue demasiada muerte,
demasiada tristeza.
7
a Carlos Hugo Aparicio
¿En qué cabeza reclinar el pecho?
¿Con qué latido acompasar este latido solo?
¡Ah, desterrar tanta tiniebla,
y levantar, y levantar los ojos
sin miedo de morir en una estrella;
y alzar la voz a dúo, a trío, a coro,
en la alborada del amor, que siempre
soñé y que siempre me ocultó su rostro!
11
La imperiosa pregunta
de los bondadosos padres:
-¿Qué harás con todo ello?
¿Podrás comer, vestir, casar, vivir?
Y el hijo tiene la respuesta del humo
desvanecido en el aire,
de las ciudades íntimas del sueño,
de la bruma que envuelve los puertos
y de la infancia inmortal.
Mas no responde.
Cuando el silencio lo humilla,
baja la cabeza.
Y ellos lo miran con profunda
lástima de sí mismos.
Palabras
Sólo te pido que recuerdes
la luz de aquel amanecer
que hemos amado tanto.
He derrochado contigo
tantas palabras que creíste ciertas,
que palpitaban,
que vivían.
Y amé en ti mis palabras.
Cuando dejé de amarlas te perdí.
Obediencia
Si alguna vez amó
no fue de paso.
Obediente al recuerdo
cerró todas las puertas
de su sangre.
(Jacobo Regen nació en Salta en 1935. Sus obras publicadas son “Seis poemas”, de 1962; “Canción del ángel”, de 1964; “Umbroso mundo”, primera edición en 1971; “Canción del ángel y otros poemas”, 1971; “El vendedor de tierra”, de 1981, “Poemas reunidos”, de 1992; “Antología Poética”, de 1996)