Inicio » Deportes » Muhammad Alí y Ringo Bonavena, una historia irrepetible
El momento decisivo: Bonavena cae por tercera vez en el último round y Alí levanta los brazos, victorioso. Yatasto es Boxeo.

Muhammad Alí y Ringo Bonavena, una historia irrepetible

Aquel episodio de la medianoche del lunes 7 de diciembre de 1970 se transformó en un suceso fabuloso para el consumo pasional de los argentinos y su impacto histórico lo agigantó hacia dimensiones insospechadas. Acrecentadas, aún hoy, por un sinfín de fantasías que lo convierten en un cuento favorito de proezas populares.

La imagen ganadora de Muhammad Alí, con sus brazos en alto a modo de líder supremo, todopoderoso y lleno de vanidad, atraparon toda la atención de los flashes y las cámaras, inmortalizando a un Ringo Bonavena, caído por tercera vez en tapiz, a 57 segundos del final del match. Sin embargo, aquel físico de 92,500 kg., con contorno de gladiador romano rendido en la arena, se convirtió en un símbolo de rebeldía y guapeza desafiante de un objetivo que parecía invulnerable.

Las transmisiones radiales y televisivas de entonces, pendientes de los vientos, la lluvia y las interferencias, certificaban que la gran pelea del Madison Square Garden causaba una inmensa conmoción en el país; precedida por la llegada del hombre a la luna, el 20 de julio de 1969 y el anuncio escalofriante que anticipaba «el divorcio de Los Beatles», el 10 de abril de 1970.

La gestación, el desarrollo y el efecto del combate fue colosal. Y el país se rindió a su suerte.

Bonavena firmó el contrato en elHotel La Americana, de San Juan de Puerto Rico, a principios de septiembre; justo el día que su hijo Natalio dejaba los pañales. Una bolsa superior a 100.000 dólares fue el acuerdo. Defendía por sí sólo sus negocios y esta vez contó con la asesoría del puertorriqueño Martín Montaño, manager transitorio que con el tiempo traspasaría sus acciones al rufián Joe Conforte que, indirectamente, lo llevaría a la muerte, el 22 de mayo de 1976.

El pugilista de Parque Patricios era la renovada «esperanza blanca de los pesados», un valor al cobro, útil y creíble, en los años 70. Sus dos batallas ante Joe Frazier, en 1966 y 1968, y sus victorias sobre los Zora Folley y Leotis Martin, fortalecían sus posibilidades.

Alí volvió al boxeo el 26 de octubre de 1970 en Atlanta, Georgia. Convertido en un emblema de la paz; de la defensa de los derechos de la gente negra y en el vocero principal de «¡No a Vietnam!». Venció a Jerry Quarry por herida en tres rounds y su carrera tomó bríos hacia la reconquista del título mundial que había relegado en los Tribunales en 1967 por su negativa a participar de una guerra ajena a sus convicciones religiosas. A esta altura, Joe Frazier era el campeón mundial indiscutido.

Asistieron 19.417 espectadores al Madison y dejaron en taquilla 615.401 dólares.

La pelea, por el título norteamericano, fue sostenida y vibrante. Alí marcó el ritmo con sus piernas y su jab fue imparable para Ringo que, sin embargo, tenía puntería con su cross de izquierda. Muhammad sumaba ventajas por la precisión del «uno-dos» hasta llegar al noveno round; el que todos esperaban por la promesa que el bocón púgil de Louisville había anticipado: «Noquearé a Ringo en el noveno. Se burló de mi gente y me llamó Clay, mi nombre del pasado», dijo.

Ante el estupor de los asistentes, Bonavena, a puro cross de izquierda, conmovió a Alí y lo colgó del encordado en una situación dramática que puso al ex campeón mundial cerca del KO.   Yatasto Noticias.

Alí había caído por un empellón en los primeros segundos de este asalto sin recibir cuenta del árbitro Mark Conn, que fue testigo de un intercambio de impactos electrizante en donde el argentino desbordó y se llevó la mejor parte. Pero no pudo rematar ni escribir la gran historia.

Alí supo enfriar la contienda y recomponer su línea sobre la base de una mejor condición atlética que resultó vital para prolongar la pelea hasta el 15° round. Y allí, gracias a su cross de izquierda, aprovechó la desesperación de Ringo por buscar el KO, derribándolo en tres oportunidades, con la complicidad de Conn, que jamás se atrevió a enviar a Muhammad a un rincón neutral luego de cada una de las caídas.

El épico traspié de Bonavena causó un sentimiento de orgullo absoluto, jamás expresado hacia Ringo hasta esos momentos.

Aquella pelea dejó una sensación de «dolor de alma» cuando Oscar besó la lona por última vez. Como si los golpes de Alí, secos y mortíferos, traspasaran su cuerpo y pegaran en el corazón de los argentinos; conmovidos por la misión de Ringo ante el deportista más importante del siglo que pasó. (Por Osvaldo Príncipi / para La Nacion)

Oscar Natalio Bonavena, apodado «Ringo», nació el 25 de septiembre de 1942 en el barrio de Boedo de la Ciudad de Buenos Aires. Fue, sin duda alguna, el boxeador más carismático de la Argentina, a pesar de no haber sido campeón mundial. Su desmañada forma de pelear y su excepcional personalidad lo convirtieron en una de las figuras más populares de la década del ´70. Fue uno de los primeros en comprender, dentro de su pensamiento ingenuo, la importancia de los medios masivos de comunicación y supo mezclarse con la farándula con absoluto desparpajo y haciendo gala de un notable caradurismo, desenfado.

Ringo: Un guapo afuera y arriba del ring

-Bonavena: ¿Por qué no vas al ejército?

Alí lo mira pero no responde. Está de mal humor.

-Bonavena: Chicken! You big chicken! Cua! Cua! Cua!

-Ali: ¿Te cortaste el pelo? Yo te voy a cortar el pelo

Fue una de las pocas veces que Muhammad Alí, probablemente el deportista con la lengua más filosa de la historia, no supo bien qué decir. Estaba desacomodado. Ringo Bonavena salió a faltarle el respeto. El 11 de julio de 1970, en una conferencia de prensa explosiva en el Madison Square Garden, el argentino le ganó en el juego de palabras al estadounidense. Después, en el ring, perdió. Pero tuvo coraje para bancar la situación. Era un desfachatado.

Un día como hoy, hace 37 años, Oscar «Ringo» Bonavena fue asesinado en el prostíbulo Mustang Ranch, en Reno, Nevada. En esos tiempos, la cabeza de boxeador había desaparecido por una de un hombre que buscaba un destino fuera del boxeo. Se metió en ambientes complicados. Su asesinato tuvo que ver con una cuenta no saldada ante el dueño del prostíbulo al que ese día quiso entrar pero no se lo permitieron.

«Nunca tendría que haber hablado, no con Muhammad Alí», dijo el estadounidense. No le faltó razón. Al otro día, el 12 de julio, Bonavena hizo una pelea digna, pero era demasiado limitado para un boxeador extraordinario como Alí. El argentino lo tiró en el noveno round, pero el árbitro, de manera injusta, no realizó el conteo. En el último asalto, cuando Bonavena perdía en los puntos y estaba agotado, fue a buscar la pelea y lo pagó demasiado caro. Cayó tres veces y recibió una verdadera paliza. Ringo quiso hablar también en el ring. Pero no le alcanzó.

-Bonavena: Clay

-Ali: ¿Qué dijiste?

-Bonavena: Clay

-Ali: Dirás Alí cuando termine el combate

Era el regreso de Alí poco después de haber estado preso por haberse negado a combatir en Vietnam. Convertido al Islam, siempre dejó en claro cuáles pensaba que eran sus derechos. «¿Por qué me piden ponerme un uniforme e ir a 15000 kilómetros de casa y arrojar bombas y tirar balas a gente de piel oscura mientras los negros de Louisville son tratados como perros y se les niegan los derechos humanos más simples?»

La pelea ante Alí fue el pico de popularidad de Bonavena. A partir de allí, se convirtió en una figura querida por los argentinos, aunque siempre con algunas limitaciones en el boxeo. Perdió ante los otros tres grandes rivales de su carrera: Jimmy Ellis (1967), Joe Frazier (68) y Floyd Patterson (72). En el ring, era guapo. Iba al frente y mostraba valentía. De esa manera escondía algunas falencias técnicas (tuvo 58 victorias, con 44 KO, 9 derrotas y un empate).  Yatasto Noticias.  La gente lo quiso y lo identificó como un ídolo. Cinco días después de su muerte, más de 100 mil personas lo despidieron en el Luna Park. Fue una de las pocas veces que el pueblo se rebeló contra la dictadura. Aquella vez, casi nadie le prestó atención al estado de sitio que se había impuesto. Las calles de Retiro, en las cercanías de la casa del boxeo, explotaron.

(Video de la Pelea a 15 Rounds:  Muhammad Ali vs Oscar Bonavena – 7 de diciembre de 1970)

El singular y oscuro final de «Ringo» Bonavena

El 22 de mayo de 1976 Oscar Natalio “Ringo” Bonavena, el boxeador argentino peso pesado de 33 años, que llegó a pelear con el genial Mohamed Ali, fue asesinado a balazos en el Mustang Ranch de Reno, en Estados Unidos, un inmenso burdel, y muchos enigmas surgieron desde entonces alrededor del pugilista que ahora, a 39 años de distancia, recuerda José Luis Nacci en su documental “Soy Ringo”.

Bonavena se había relacionado en Reno con un oscuro personaje, el siciliano Joe Conforte. propietario del Mustang Ranch, en Nevada, el primer prostíbulo legal de los Estados Unidos, un siniestro personaje que fue interpretado por Joe Pesci en el filme «Love Ranch» (2010), que tras varios procesos por faude escapó hacia Brasil donde no se supo más nada de él, y se supone que el pugil habría mantenido un romance con su su esposa Sally, fallecida en 1992.

Si bien es veterinario, muy joven Nacci ejerció el periodismo como cronista, se interesó por el cine, y se matriculó como realizador de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc), para dedicarse a la docencia en diversos centros de enseñanza, así como en supervisor de guiones. Además de imágenes difíciles de rastrear, localizadas en colecciones privadas, así como del Museo del Cine, del Archivo General de la Nación y la Biblioteca del Congreso, Nacci contó con la palabra de familiares, de Alberto Oliva, Oscar Trotta, Ernesto Cherquis Bialo, Carlos Irusta, Ezequiel Fernández Moores, Héctor «Bambino» Veira, Roberto Paladino y Dimas Suarez, entre otros.

“Usé muchas fotos tomadas de El Gráfico, que contaba con un plantel de reporteros excepcional, y además use para el registro de varios momentos del relato película Super 8, que le da un grano muy especial, en especial todo lo que tiene que ver con Reno, en Nevada, donde terminó muriendo”, explicó el director.

El filme ya tuvo un recorrido dentro y fuera del país, ya que se vio en el 16º Bafici, en La Habana, en el Festival de Cine del Mar, Uruguay, en el Festival Leonardo Favio de Bolivar, en el festival internacional de documentales E tudo verdade, de Brasil, y mereció el premio principal en el 1er. Festival Internacional de Cine Deportivo FICD 2015.

“Cuando ocurrió la muerte de Bonavena yo tenía 26 años y todo el mundo no terminaba de saber cómo fueron las circunstancias, cómo se habían dado los hechos y siempre primaban los rumores, y algunos pensaban que lo habían matado porque se resistió a perder una pelea, pero nada de eso había ocurrido y cuando se llegó al velatorio, todo estuvo más claro”, recuerda el cineasta.

“De aquella época me quedó un gran impacto y dolor, pero también el deseo de saber los detalles de lo que había ocurrido y en 2008, al ver la película documental ‘Cuando éramos reyes’, de Leon Gast, que es una obra maestra, acerca de la pelea de Alí con Foreman, que fue en Africa, me dije ‘Tengo que hacer algo con Ringo’”, explica.

Nacci aclara que “Sin embargo, desde siempre me gustan las películas sobre boxeo, sean ‘Toro salvaje’, ‘Gatica, el mono’, ‘Rocco y sus hermanos’, aquellas maravillosas pero menos conocidas con Kirk Douglas, John Garfield o Anthony Quinn”. “En el principio. con unos efectos de animación, metimos dentro de un viejo televisor Zenith las imágenes que conseguimos del día del pesaje de Bonavena y Alí, cuando el argentino con gestos ahora habituales en el mundo mediático, porque él fue el primer mediático antes de que esa palabra existiera, provocó a Alí, la primera vez que afroamericano fue burlado en público de esa manera”, asegura Nacci.

“A mi me interesaba más que una reconstrucción biográfica una mirada documental, trabajar con archivos reales, periodistas en su tiempo de El Gráfico, de la revista Gente, como Alberto Oliva y Abraham Larena, que todavía viven en Estados Unidos, y fuimos allí no solo para entrevistarlos sino para registrar los lugares por donde pasó Ringo, como Las Vegas, Nevada y Nueva York, el hotel de un casino donde estuvo la última noche jugando al black-jack”, recuerda. “Ringo era polifacético, histriónico, mediático, inclusive con limitaciones físicas para ser boxeador, tenía pié plano, pero algo a favor que era una zurda demoledora, y los boxeadores no quieren con frecuencia pelear con zurdos por el factor sorpresa… El tiró a Floyd Patterson, y a Milderberger lo tiró seis veces y acá le ganó a Goyo Peralta”, explica.

Nacci piensa en nuevos documentales “Siempre están dando vuelta proyectos, como algo vinculado a Carlos Gardel en Nueva York, cuando filmó allí alguna de sus películas, o la historia de nuestro primer gran bandoneonista, Arolas, que murió en Francia en una situación confusa, con algún punto de contacto con lo que le pasó a Ringo, y también la actriz Laura Hidalgo… Me interesan los mitos y leyendas, incluso los que no fueron debidamente reconocidos”. Yatasto Noticias

yatasto ali bonavena

Menotti evoca la pelea Ali-Bonavena

César Menotti, o simplemente el Flaco Menotti, es uno de los tipos que trasciende su actividad. Campeón del mundo con la selección argentina de fútbol en juveniles y mayores, también supo ser asiduo espectador y amante del boxeo. Y este es su recuerdo de la épica batalla que libró Oscar Ringo Bonavena contra Muhammad Ali.

«Por supuesto que recuerdo muy bien aquella pelea. Bonavena era hombre del club Atlético Huracán, así que venía seguido y charlábamos mucho, podría llegar a decir que éramos amigos. Nos veíamos siempre y mezclábamos las dos pasiones, fútbol y boxeo. Yo viví en Jackson Heights, Nueva York, entre los años 67 a 69, cuando jugué para The Generals (equipo de fútbol de la North American Soccer League). Así que como me gustaba mucho el boxeo, iba siempre a los festivales. Estuve cuando tiraron el viejo Madison para inaugurar el actual, allá por el año 1968. Recuerdo haber visto grandes peleas y a grandes boxeadores, como cuando Carlos Ortiz, de Puerto Rico, le ganó a Ismael Laguna, el panameño, por el título mundial de peso ligero, en el Shea Stadium en Queens. Y me acuerdo que me tuve que esconder debajo del ring, cuando se armó un tremendo escándalo: le dieron la pelea a Dick Tiger sobre el puertorriqueño José Torres, por el título mundial semipesado… O una de las que hicieron Nino Bennvenuti y Emile Griffith… fueron tantas noches…

Si me pongo a hablar de boxeo, no termino nunca. Vuelvo a aquella pelea. Cuando me enteré de que Oscar iba a pelear con Ali, aunque muchos en esa época todavía le decíamos Cassius Clay, confieso que sentí temor y hasta miedo, porque Ali era muy grande y pensé que iba a ser demasiado para Ringo. Pero también es cierto que lo veía muy confiado, muy seguro. Así que a pesar de mi temor, por supuesto que lo acompañé con el corazón como todos los argentinos, porque hay que decir que esa noche, un lunes, se paralizó el país. Yo creo que la pelea que Oscar le hizo a Ali fue maravillosa, porque enfrentarse a semejante campeón mundial — para mi uno de los más perfectos de todos los tiempos y de todas las categorías — y llegar al último round, fue extraordinario. ¡Todavía me parece mentira, pero fueron 15 rounds! Un disparate tremendo por el esfuerzo gigantesco que tenían que hacer esos hombres. Pelearle a Ali era como enfrentarse a un regimiento de la Legión Extranjera con una simple honda, pero Bonavena lo hizo.

El final fue no solamente amargo, sino injusto, porque después de la primera caída que sufre Bonavena, Ali se queda prácticamente a su lado. El referí (Mark Conn) no lo envió a una esquina neutral, como manda el reglamento, así que apenas Oscar comenzó a levantarse, Ali lo volvió a tirar, sin darle tiempo a nada. Y lo mismo hizo con la tercera y última caída. Nadie niega que Ali fue extraordinario y que esa pelea la ganaba igual, pero también es cierto que el árbitro le dejó hacer cualquier cosa… Una vez, ese gran maestro de boxeo que fue Amílcar Brusa, me dijo: «Monzón siempre hace las peleas en su propio territorio, es él quien marca el ritmo y los espacios». Bueno, Ali era igual, porque con sus piernas maravillosas manejaba las distancias. Encima, tenía un reloj en la cabeza: bailoteaba dos minutos y en el último, metía las manos hasta el fondo. En Argentina hubo uno parecido, Luis Federico Thompson, que nació en Panamá, se hizo ciudadano argentino y fue campeón nacional: boxeaba como los dioses… Alí tenía contundencia, físico privilegiado y una extraordinaria vitalidad, fue un gigante». Yatasto Noticias. «Cuando recuerdo a Oscar, viendo el boxeo de hoy, y pensando en los boxeadores a los que se enfrentó, siento que, hoy, hubiera sido campeón mundial. No cualquiera se dio el lujo, por ejemplo, de tenerlo dos veces por el suelo a Joe Frazier, cuando venía arrasando con todos. Aquella pelea, la del 7 de diciembre del 70, terminó de consagrar en la Argentina a Bonavena, que demostró que había sido capaz de plantarse, casi de igual a igual por momentos, con el gran Muhammad Ali».