Tras ocho días de sufrimiento, los familiares de Mario Alejandro Liendro, de 26 años, recibieron ayer la peor noticia en el hospital San Bernardo: “no hubo posibilidad de salvarlo y ahora estamos esperando que llegue el Incucai”, dijo su padre Mario Omar Flores. El joven viajaba a bordo del automóvil Fiat Uno rojo conducido por Jorge Barrientos cuando el vehículo chocó e ingresó al camping de Campo Quijano y provocó la muerte casi instantánea de Ana y Juan Cruz Jurado, mientras que días después falleció Sergio Rodrigo Tapia.
Finalmente ayer, al mediodía, un parte médico acabó con las esperanzas del entorno del joven quien tenía muerte cerebral producto de los golpes del accidente. Completamente indignados, los familiares de Liendro volvieron a atacar a Barrientos y a su representante por un comentario que habría dicho el abogado de quien manejaba el automóvil.
“Vamos a accionar en contra de Barrientos porque es mentira que mi hijo aceleró el auto como dijeron, para acusarlo de las muertes”.
“Es imposible que él haya hecho eso porque iba atrás junto a otras dos personas y Barrientos iba adelante con otros dos”, señaló.
Con lágrimas en los ojos, Flores dijo que “el dolor es muy grande y la pérdida de Mario va a ser irreparable”. Con respecto al día del accidente fatal, Flores contó que Barrientos se juntó con su hijo “y fueron al dique, después de ahí a río Blanco y cuando volvían a Rosario de Lerma, Barrientos chocó”. El padre de la víctima le confirmó a este matutino que antes de esa salida, Barrientos y el joven fallecido habían salido pocas veces.
“Se conocían hace más o menos cuatro meses. Yo trabajaba desde hace mucho tiempo con Barrientos en la curtiembre Arlei y después entró mi hijo. Hizo algunos trabajos entre agosto y noviembre del año pasado y ahí empezaron la relación de amistad”. Además, Flores volvió a desmentir al conductor del Fiat Uno, ya que agregó que “el día del accidente, Barrientos llegó a la guardia del hospital lúcido y no en código rojo como se había dicho”. “Si él se consideraba mi amigo y de mi hijo, por lo menos tendría que habernos llamado”. Por último, el hombre dijo que “las esperanzas fueron desapareciendo con el correr de los días”.