Roberto Juarroz decía que el poeta «no tiene otra alternativa que inventar o crear otros mundos. La poesía crea realidad, no ficción. Afirmo que la poesía es realidad, y para mí es la mayor realidad posible porque es la que cobra conciencia real de la infinitud».
Los poemas de Juarroz, como sus pocos e indispensables textos en prosa, vuelven, con exacta naturalidad circular, a unos pocos temas y lo hacen con la misma serenidad, la misma lucidez y reflexión. Yatasto, Noticias & Cultura, a 19 años de su muerte, le rinde homenaje al poeta de la realidad y del presente, acaso más que ningún otro poeta de su tiempo —del tiempo que seguirá llamándose presente—, tiene vínculos evidentes con las formas intemporales de cierta sabiduría, de cierta filosofía transparente y concisa.
Su vida
Roberto Juarroz nació en Coronel Dorrego, Provincia de Buenos Aires (Argentina), el 5 de octubre de 1925, y murió en Temperley, provincia de la capital argentina, el 31 de marzo de 1995. Graduado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, recibió de esa misma institución una beca y realizó estudios de perfeccionamiento en La Sorbona, en donde alcanzó más tarde el cargo de profesor titular. Fue director del Departamento de Bibliotecología y Documentación de la mencionada facultad, en donde ejerció la docencia durante treinta años. Asimismo se desempeñó como bibliotecólogo para la UNESCO y la OEA en diversos países. De 1958 a 1965 dirigió la revista Poesía = Poesía y colaboró en numerosas publicaciones argentinas y extranjeras. Fue crítico bibliográfico del diario La Gaceta (Tucumán, 1958-1963), crítico cinematográfico de la revista Esto Es (Buenos Aires, 1956-1958) y traductor de varios libros.
En 1980 fue invitado a París para la presentación de la más importante versión francesa de su poesía, editada por Fayard. Participó en una larga serie de congresos internacionales de escritores. Desde junio de 1984 fue miembro de número de la Academia Argentina de Letras.
Recibió, entre otras distinciones, el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (1984), el premio Esteban Echeverría que concede anualmente la Asociación Gente de Letras de Buenos Aires por la totalidad de una obra (1984), el premio Jean Malrieu de Marsella (1992) y el premio de la Bienal Internacional de Poesía (Lieja, Bélgica, 1992). Su obra ha merecido abundantes estudios críticos y ha sido vertida a una gran cantidad de lenguas.
«Poesía de una abrasada transparencia» —en palabras de Vicente Aleixandre—, la obra de Roberto Juarroz ha sido así descrita por Octavio Paz: «Cada poema de Roberto Juarroz es una sorprendente cristalización verbal: el lenguaje reducido a una gota de luz. Un gran poeta de instantes absolutos». Más tarde, al conocer el primer volumen de la Poesía vertical 1958-1982 (Emecé, Buenos Aires, 1993), Paz añadió: «Sorpresa y confirmación: no, no me equivoqué, no nos equivocamos los pocos que, en esos años, nos dimos cuenta de que oíamos una voz única en la poesía del siglo XX. Más que oír la voz, la vimos. Y vimos una claridad». Antonio Porchia, el gran maestro italo-argentino autor de Voces, escribe: «Sin misterio, todo sería muy poco, tal vez nada. Y creador del misterio es el poeta, pero el poeta como Roberto Juarroz, uno de los mayores poetas de nuestro tiempo. Es difícil elogiar a quien merece más que elogios. En estos poemas cualquier palabra podría ser la última, hasta la primera. Y sin embargo, lo último sigue».
«El universo se investiga a sí mismo.
Y la vida es la forma
que emplea el universo
para su investigación.
La flecha se da vuelta
y se clava en sí misma.
Y el hombre es la punta de la flecha.
El hombre se clava en el hombre,
pero el blanco de la flecha no es el hombre.
Un laberinto
sólo se encuentra
en otro laberinto.»
LA POESÍA: EXPLOSIÓN DEL SER POR DEBAJO DEL LENGUAJE (Por R. Juarroz)
Vivo el poema como una explosión del ser por debajo del lenguaje. Descubro aquí cuatro elementos básicos: explosión, ser, lenguaje y debajo. Podríamos acercarnos a ellos diciendo lo anterior de otro modo: el poema es la expansión abrupta de una realidad fundamental que se genera a través de las posibilidades subyacentes de la expresión verbal y no sólo por medio de la su capacidad significativa inmediata. […]
Me apasiona la fuerte humanidad de una búsqueda de esta clase, su desafío a las normas y los estereotipos, la densidad de nivel donde se gesta la lucha por la expresión, la intensidad del buceo en las zonas más olvidadas y sin embargo más vivas de lo real, la simbiosis profunda de todas las proyecciones simbolizadoras, la paradójica complementariedad y hasta sincronicidad de lo espontáneo y lo reflexivo, lo dicho y lo no dicho, la victoria y el fracaso, lo esperado y lo inesperado, lo posible y lo imposible, lo uno y lo otro.
Me subyuga el amor que se funda y sustancia en estos espacios vivos y la libertad radical de ese amor, que ya no hace distingos entre expresarse y comunicarse, entre soledad y compañía, entre ausencia y presencia, entre voz y silencio, entre amar y pensar, entre todo y algo. La palabra transfigurada de un hombre solitario puede recoger allí, por abajo, el gesto misterioso y absurdamente magnífico de la humanidad. La poesía puede entonces proyectar ese gesto y abolir en un acto de amor la distancia entre el hombre y los objetos, entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, entre el hombre y la muerte. Más que un vacío, esas distancias son el músculo al que es posible dar vida con el nervio de la visión creadora, con el tatuaje inusitado de la palabra en función y explosión de ser, para mover así el mundo. La realidad está donde queremos que esté, donde somos capaces de engendrar una forma.
En el corazón de mi poesía está la creencia en que el pensamiento es más concreto que todo el resto de la materia del mundo. Por eso, en el corazón de mi poesía hay también un rostro.
Toda vida es sólo un amago, el anuncio o comienzo de un gesto. También la poesía es un amago, pero su ademán permanece, como si fuera algo más. El hombre y su lenguaje empujando implacablemente sus límites, desvestidos de todo cuanto no sea límite, desvistiéndose de aquello que ahora lo es. Suprema afirmación, es también lo más cercano a la suprema negación. La grandeza concreta de la poesía, como la de la vida, consiste en no estar hecha. Un salto siempre más allá, el salto que nos hace posibles.
Desde adentro, toda obra es un fracaso. Pero creo haber buscado algo distinto. Y esa búsqueda, desde adentro o afuera, no es un fracaso.
*
Nota de Ángel Ros: Este texto fue publicado como prólogo a Poèsie verticale (Recontre, Lausanne, 1967). Puesto que se trata del prólogo a una antología bilingüe, se publicó ahí solamente en su versión francesa. La versión en lengua española apareció en la revista Actual (año. 1, n. 2, Universidad de los Andes, Mérida, mayo-agosto de 1988, pp. 121-123), como complemento de un artículo de Ludovico Silva, “Decir de lo indecible: poesía vertical de Roberto Juarroz”, luego reproducido en Roberto Juarroz: Poesía y creación. Diálogos con Guillermo Boido (Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1980), de donde he tomado estos fragmentos (el título que aparece aquí es mío). Yatasto es Cultura