Eduardo Arolas, el Tigre del Bandoneón, fue un músico de un extraordinario talento como compositor. En su generación surgieron los más grandes creadores de tango. Baste recordar a músicos de la talla de Agustín Bardi, Vicente Greco, Arturo De Bassi, Juan Carlos Cobián, Roberto Firpo, entre tantos otros.
«Dueño de una creatividad melódica increíble, irrumpe en la actividad musical como modesto ejecutante de la guitarra, su primer instrumento, de la mano de su amigo Ricardo González, (Muchila)», cuenta Ricardo García Blaya. Pero será el bandoneón el responsable de su consagración y el fiel testigo de su genio y de su vida atormentada.
Unos pocos años le fueron suficiente para componer más de cien obras de excelente calidad, en las que hace gala de una estructura moderna y compleja, llena de posibilidades para los arreglos y las variaciones. Las melodías no son menos, transmiten melancolía, romanticismo y en algunas, un dramatismo sobrecogedor, pero todas ellas de una infinita belleza, propia del espíritu modernista del autor.
Parafraseando al querido investigador Héctor Ernié, estamos en presencia de «un fenómeno con mayúscula», que sólo vivió 32 años. La excelencia tributa en toda su obra, «El Marne», «La cachila», «Comme il faut», «La guitarrita», «Lágrimas», «Maipo», «Retintín», «Viborita» («Vivorita», en la partitura original), «Catamarca» y «Derecho viejo», este último de un éxito impresionante.
Su primer tema «Una noche de garufa» (1909) fue concebida intuitivamente, de oreja, repetida de memoria, ya que no sabía solfeo y menos escribir en un pentagrama. Fue Francisco Canaro el primero que lo ayudó a perpetuarla, haciendo la partitura del violín, luego Carlos Hernani Macchi escribió la parte correspondiente al piano. En este primer período que culmina en 1912, compuso varios tangos entre los que se destacan «Nariz» y «El rey de los bordoneos», este último en homenaje al guitarrista Graciano de Leone.
En 1911 inicia sus estudios musicales en el conservatorio del maestro José Bombig y en tres años aprende teoría, solfeo y armonía. Ese mismo año formó su primer conjunto con el guitarrista Leopoldo Thompson y el violín de Eduardo Ponzio, actuando en diversos cafés de Buenos Aires y Montevideo.
Al poco tiempo integra un trío con el gran Agustín Bardi al piano, y el violinista Tito Roccatagliatta y, en 1912, un cuarteto con éste último y el flautista José Gregorio Astudillo y la guitarra de nueve cuerdas de Emilio Fernández. Al año siguiente es requerido por el director Roberto Firpo para tocar en el cabaret Armenonville del barrio de Palermo y en otros escenarios, para finalmente formar su propia orquesta.
Entre 1913 y 1916, ya con estudios de solfeo y armonía, aparecen sus temas «Delia», «Derecho viejo», «La guitarrita» y «Rawson», entre otros menos conocidos. También el tango «Fuegos artificiales», obra realizada conjuntamente con Roberto Firpo.
Después sucederían incontables viajes al Uruguay, actuando con gran éxito en Teatro Casino de Montevideo, ciudad donde se radicaría para intentar olvidar un drama amoroso que lo marcaría el resto de sus días (ver en La Biblioteca, sección Crónicas, Apuntes sobre Arolas y su tiempo).
No obstante, volvía frecuentemente a Buenos Aires para cumplir contratos puntuales y presentaciones, pero su autoexilio se repetía al término de cada trabajo. En 1917 participa como bandoneonista estrella en la gran orquesta surgida de la fusión Canaro-Firpo, formada especialmente para los carnavales rosarinos. A partir de 1917 y hasta su muerte, escribe sus tangos más famosos, algunos de ellos obras magistrales del acervo cultural de nuestra música ciudadana, me estoy refiriendo a «La cachila» y «El Marne». De esa época son también: «Comme il faut», «Retintín», «Marrón glacé», «Rocca», «Taquito», «Lágrimas», entre muchas otras.
En 1922 se embarca a Francia y al poco tiempo regresa a Buenos Aires que lo verá por última vez. De vuelta en París, enfermo y alcohólico, muere el 21 de septiembre de 1924, dejando su última obra, la única escrita en Francia: «Place Pigall».
Arolas fue vanguardia en la composición y también en la ejecución del tango. Su orquesta lucía distinta a las otras, en 1917, comienza a grabar para el sello Victor, donde se comprueba su sonoridad, su brillo y un ritmo de una particular vibración. Ernié nos dice: «Su marcación rítmica en este período es mucho más elástica, no es tan rígida y denota un mayor vuelo musical, más cantante, mayor caudal sonoro. Resulta -en comparación a las demás orquestas de la época- la más avanzada.»
Después menciona la inclusión de instrumentos no contemplados por otros directores, como el violoncello, el saxofón y el banjo. El hecho del poco reconocimiento al Arolas interprete se debe, esencialmente, a la mala calidad de los registros discográficos.
Un párrafo aparte para tres de sus obras que no fueron tan difundidas. «Viborita», de una melodía exquisita que podemos valorar en toda su medida en el registro de la orquesta del violinista Agesilao Ferrazzano del año 1927.
Después «Lágrimas» donde destaco la versión de la orquesta de Alberto Mancione de 1953, con un arreglo respetuoso y delicado de la obra original. Y, finalmente, La guitarrita, el ejemplo más acabado de la influencia que la música criolla ejercía en nuestro bohemio compositor urbano. Son muchas las versiones que me gustan de este tango, pero propongo dos: la de Francisco Canaro de 1930 y la de Osvaldo Pugliese de 1954.
En cuanto a sus obras más difundidas e importantes, «La cachila» tiene tantas grabaciones que merecería un capítulo aparte, ya que la mayoría de las orquestas la incorporó a su repertorio. De todas ellas me quedo con la versión del maestro Carlos Di Sarli, de 1941. Lo mismo podemos decir sobre «El Marne», que además es la cortina musical de nuestro programa radial Siempre el Tango -orquesta de Osvaldo Fresedo de 1980- pero sin duda se destacan la versión de Aníbal Troilo de 1952 y la de Horacio Salgán registrada al año siguiente. Arolas fue un genio irrepetible que se renueva permanentemente y que nos conmueve cada vez que escuchamos la hondura de su obra.
Gardel y Arolas
Fue sin duda alguna el mejor compositor de tango a pesar de su corta trayectoria en él; algo más de quince años. El genio, el que puso todo su sentimiento y todo su talento en sus creaciones. Podrá encontrarse algún tango de otro compositor que supere en calidad a los suyos en obra aislada, pero en conjunto la suya es maravillosa, insuperable.
En su barrio natal empezó con la guitarra metiéndose en cafetines y otros tugurios «non sanctos» de jovencito y pronto en compañía de Rafael Iriarte recorrió los pueblos de la provincia de Buenos Aires. Ya por ese tiempo estudiaba bandoneón.
Muy pronto trepó en lo más alto entre los ejecutantes de ese formidable instrumento empezando, como todos, con pequeños conjuntos en fiestas del barrio para pasar a integrar uno que actuaba en un café de la Boca, después La Buseca de Avellaneda y tantos otros, entre los que se llamaron Botafogo, El Estribo, La Marina, Iglesias, El Popular, Garufa, y los cabarets L’Abbaye, Armenonville, Montmartre, Royal Pigall’s, Tabarin, etc. Lo hizo en Montevideo también.
En esos locales actuó con orquestas a sus órdenes o en las de Roberto Firpo; precisamente, como formaba parte de esta última integró la gigante Firpo-Canaro al fusionarse éstas para amenizar los bailes de Carnaval del Teatro Colón de Rosario en los años 1917 y 18. En el afiche mural gigante de la misma con las fotografías de sus músicos puede verse la suya en el centro en lugar prominente, prueba de su real valía y eso que la formaban grandes maestros.
Al imponerse en París el tango hizo que allá fuera actuando en cabarets y otros locales poco tiempo, hasta su muerte. La colonia argentina de la Ciudad Luz lo lloró acudiendo, casi toda, a su entierro pues así lo dice la foto sacada en el momento de ser retirados sus restos del hospital donde falleció. Por 1909 da a conocer su tango, “Una noche de garufa”, con el que mostró de entrada nomás su enorme talento y fue precursor de otros que hicieron su nombre inolvidable. “Derecho viejo”, “La guitarrita”, “Lágrimas”, “La cachila”, “Catamarca” “Maipo”, “Retintin”, “Rawson”, “El Marne”, “La trilla”, “Lelia”, “Suipacha”, “Papas calientes”, “Fuegos artificiales” (éste a medias con Roberto Firpo) y también “Alice”, “Dinamita”, “Araca”, “Anatomía”, “Tupungato”, “Rocca”, “Pobre gaucho”, “La cabrera”, “Cardos”, “Nariz”, “Bien tirao”, “Bataraz”, “Guachito”, “Rey de los bordoneos”, “Taba calzada”, “Moñito”, “Viborita” que fue el último que hizo, el vals “Notas del corazón”, etc.
Hay que dejar aclarado que el primero que dio a conocer fue “Una noche de garufa” pero su primogénita composición, años 1907-08, la hizo con el citado Iriarte y la intituló “Comme il faut”, mientras su compañero la llamó “Comparsa criolla”; así fue que el mismo tango lo publicaron con distintos títulos muchos años después.
Estuvo vinculado desde un principio al dúo Gardel-Razzano, ya que cuando éstos debutaron en el Armenonville, él integraba el trío típico de Roberto Firpo que amenizaba las noches refulgentes de ese famoso cabaret. Era el año 1913 el del triunfo de los cantores y su amistad con ellos. Debido a esa amistad, años después, dedicó al dueto la canción “Era linda mi gauchita”, que ellos cantaron muchas veces, y Gardel le grabó el tango “Qué querés con esa cara”, ambos con letras de Pascual Contursi.
Grabó discos con sus formaciones y con él actuaron relevantes instrumentistas como Tito Roccatagliata, Rafael Tuegols, Julio De Caro, José María Rizzuti, Luis Riccardi, Leopoldo Thompson, Pascual Clausi, Nicolás Verona, José López Ares, Harold Phillips, Juan Carlos Cobián, Manuel Pizarro, Juan Marini, Genaro Espósito, Ernesto Zambonini, Enrique Delfino, etc.
Por sus grandes cualidades se lo llamó El Tigre del Bandoneón y es uno de los pilares en que se apoya el tango a pesar de los muchos años de su muerte. Arolas nació en Buenos Aires (Barracas ) el 24 de febrero de 1892 y falleció en París (Francia) el 29 de septiembre de 1924.