River Plate derrotó 2-0 a Atlético Nacional de Medellín y volvió a gritar campeón en el continente después de 17 años. Porque una vez perdió con Cienciano de Perú y esta noche se sacó también esa espina. Porque en las semifinales dejó eliminado a Boca, algo que nunca había logrado en un cruce directo con el rival de siempre. Y porque espantó a esos fantasmas clásicos de sábanas blancas hasta los pies… El equipo de Marcelo Gallardo fue el mejor del torneo -invicto- y logró el título con momentos de alto nivel. En la final de vuelta, en el Monumental, lo resolvió con dos pelotas paradas de Leonardo Pisculichi para las cabezas de Gabriel Mercado primero y de Germán Pezzella después en cinco minutos de furia en el inicio del segundo tiempo. River otra vez salió a copar el continente, como en el último grito de la Supercopa 97.
El partido empezó con tensión, con muchas faltas. Pero el equipo visitante demostró que no viajó a Buenos Aires para defenderse. El 3-4-1-2 de Juan Carlos Osorio salió a presionar a River. Pero el local empezó a imponerse en el terreno de juego gracias a su jugador más desequilibrante: Pisculichi. A los 2, probó de tiro libre, pero respondió bien el arquero argentino Franco Armani. A los 7, contestó Edwin Cardona con un tiro libre que se fue cerca del travesaño del arco de Marcelo Barovero.
En el primer cuarto de hora el partido era parejo y abundaban las faltas. Otra vez Pisculichi lo probó a Armani con un centro-arco que el arquero despejó, pero en el rebote Carlos Sánchez conectó con todo el pie y otra vez el arquero despejó el peligro con una volada sobre su palo izquierdo. River estaba cerca. Y siguió merodeando el área rival: a los 11, Leonel Vangioni armó una pared con Rodrigo Mora por izquierda y sacó un centro pasado que Teófilo Gutiérrez cabeceó desviado. Y a los 15, tras una trepada de Sánchez, Gutiérrez quedó de cara al gol y definió cruzado, pero otra vez apareció la figura de Armani para ahogarle el grito.
Los siguientes 15 minutos fueron como los anteriores. Es decir que River dominó en la primera media hora del partido, aunque no pudo quebrar a Atlético Nacional. Siguió generando situaciones de riesgo, tuvo una ráfaga entre los 27 y los 31 donde pudo convertir con oportunidades claras. La primera tras un desborde de Mora y centro para Teo que definió de palomita. Tapó Armani. A los 30, Pisculichi habilitó a Teo que enganchó e hizo pasar de largo a Nájera, quedó de cara al gol y sacó el derechazo, pero débil y Armani otra vez se lució. A los 31, otra vez Teo se metió en el área por izquierda y le pegó de zurda, cruzado. El arquero otra vez se mostraba imbatible.
Atlético Nacional siempre tuvo la intención de salir jugando y ser prolijo con la pelota. Pero tanto Bocanegra por la derecha, como Díaz por izquierda tardaban mucho en encontrar a Mejía o Cardona, los dos encargados de darle juego al equipo. Entonces River recuperaba rápido la pelota. Sin embargo, cuando el visitante rompía con la línea de presión del rival llegaba con peligro al arco de Barovero y en los últimos 15 minutos del primer tiempo emparejó el partido.
A los 32, Luis Ruiz encaró de izquierda a derecha y sacó el remate de frente al arco. Se fue apenas al lado del palo izquierdo. Después desbordó por izquierda y envió un centro que terminaba en gol si le llegaba a Berrío, pero el arquero puso la mano casi por casualidad y se quedó con la pelota. Pero la más clara llegó a los 39, salió Ruiz del área y Berrió tocó para Cardona que se metió por el espacio vacío y quedó mano a mano. Le pegó de derecha, pero Barovero le sacó el gol con el pie derecho.
Pero sobre el final, Teo Gutiérrez tuvo la jugada más clara del primer tiempo. Tras un pelotazo intrascendente, Mora armó una jugada de gol. Se sacó de encima a su marcador y tocó desde el piso para Teo, que se fue solo para enfrentar al arquero. Gutiérrez demoró una vida en dominar la pelota y cuando se acomodó Armani ya se le había tirado a los pies. Increíble.
El inicio del segundo tiempo avisaba: el que se quedaba sin piernas primero iba a tratar de aguantar hasta los penales. Entonces, la pelota parada empezó a ser un factor clave. En los primeros minutos, Atlético Nacional tuvo dos tiros libres de frente al arco. El primero lo ejecutó Juan Valencia, por afuera de la barrera, pero Barovero se quedó con la pelota casi sin esfuerzo. El segundo lo tiró Cardona, a la barrera.
Y cuando River respondió fue contundente. Tiro de esquina desde la izquierda, la rosca de Pisculichi para un centro al corazón del área que se aleja del arquero. Apareció Gabriel Mercado para ganarle a Ruiz, su marcador, y meter la frente. La pelota picó y se metió contra el palo izquierdo de Armani para el 1-0 y el estallido del Monumental. Cinco minutos más tarde, otra vez córner, otra vez Pisculichi y esta vez Pezzella metió un cabezazo furioso que se metió en el mismo lugar que el anterior. Golazo y 2-0 para que la Copa Sudamericana empiece a sentirse en casa. Cinco minutos de furia, dos córners, dos cabezazos y el título a un puñado de minutos de distancia.
El final fue para que la gente de River festeje en las tribunas. Osorio agotó rápido los cambios, pero en media hora que le quedó al partido no le hizo ni cosquillas a Barovero. Y Gallardo aprovechó para que la gente ovacionara a los protagonistas de los cambios: Fernando Cavenaghi por Teo primero, Matías Kranevitter por Ponzio después y Sebastián Driussi por Pisculichi al final. Fue emoción y delirio para los hinchas, que volvieron a sentirse los dueños de América, después de casi dos décadas y tras una temporada en el olvido de la B Nacional. River fue el que mejor jugó y un gran campeón para el fútbol argentino en el continente.
Adiós a la sequía
Tuvieron que pasar 17 años para que River alcanzara su sexto título internacional. Esta Sudamericana le pone fin a una racha de frustraciones y el Millo se toma revancha de aquella final perdida en 2003.
17 años, River. La desgracia internacional llegó a su fin. 17 años para que cortara el maleficio y diera una vuelta olímpica en el continente con esta Sudamericana, un trofeo inédito para el club. Sexto título en competencias internacionales.
La Supercopa del 97, con los goles del chileno Marcelo Salas ante San Pablo -bajo la conducción de Ramón Díaz- habían sido el ultimo festejo. Se le había negado en 1999 en la Recopa ante Cruzeiro -se jugó en plena Mercosur un año después de lo que correspondía- y, luego en 2003, en la final de la Sudamericana ante el humilde Cienciano en Perú por 1-0 (3-3 en la ida).
Después de aquella enorme frustración del equipo conducido por Manuel Pellegrini, con Marcelo Gallardo y Fernando Cavenaghi en el plantel, tuvieron que pasar once años. Más de una década. Encima, viendo las consagraciones de otros equipos argentinos. Y sufriendo doloras eliminaciones, tanto en Sudamericana como en Libertadores. Pero la mufa llegó a su fin y el mundo River infla el pecho: la Copa está en casa. Adiós sequía internacional.
Ayer, después del gol de Germán Pezzella, no hubo partido y River casi convierte alguno más. Y no le hubiera quedado mal al desempeño de este River en la Copa Sudamericana, donde siempre se mostró con la altura futbolística necesaria para una competencia internacional.
Los brazos abiertos de los hinchas celebran la gloria de River, esa que se hizo esperar 17 años. River vuelve a alzar una copa continental. River vuelve a sonreír en un 2014 que no para de darle alegrías. Fue una noche monumental, una noche coreada. Una noche inolvidable para todos los hinchas de River.